Islas dentro de la isla (II)

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  La bahía de Fornells está situada al Norte de la isla y al Norte de Mahón. Teniéndolo todo para haber sido un puerto tradicional a lo largo de los siglos, la mayor y mejor capacidad del puerto de Mahón la relegó históricamente a un tal segundo plano que no es sino hasta la construcción del castillo de Sant Antoni, a partir del año 1637, cuando se producen los primeros asentamientos civiles que darán origen al pueblo actual y a su tradición pesquera. Y es por pura estrategia militar, pues al principio de la construcción los obreros volvían a dormir a otras poblaciones y resultaba tanto más peligroso dejar una fortificación a merced de los invasores que no tener ninguna, lo que provocó la decisión de guarnicionar las obras. Terminado el castillo, la pesca se convierte en la principal actividad para proveer de alimento a la soldadesca en un lugar que hasta entonces había sido el punto ideal para refugiarse de las tormentas y del vigilante ojo del fisco: aquí se realizaba el contrabando con total impunidad.

  En el centro de la bahía asoma su hocico solitario la isla de Sargantanas, que recibe el nombre por albergar una de las razas de lagartijas endémicas que no se sabe muy bien por qué milagro han conseguido llegar indemnes hasta nuestros días. Son de un verde chillón insolente, rápidas y del mismo carácter insolente que su color. También defendía la entrada de la bahía con una torre y una batería, pudiendo enfrentarse a la misma población en caso de que esta fuera tomada por el enemigo, versatilidad muy acorde con su condición de isla concéntrica, de cuyos misterios se ocupa esta serie.

  La llevo observando años y traigo dos curiosidades a la atención del lector. Tiene instalados dos faros que no son ningún capricho: cuando, en la oscuridad de la noche, una embarcación necesita refugiarse en la bahía, de estrecha y escarpada entrada, se asegura el buen rumbo alineando ambas luces con la proa y de esta forma se libra de tocar las peligrosas paredes que, en pleno temporal, son como imanes para el casco.

  La segunda es que el hermoso islote tiene la vegetación muy baja. Siempre había pensado en la influencia de la Tramuntana hasta que un día contemplé, no sin asombro, cómo una cabra negra como el ala de un cuervo cruzaba a nado el brazo de mar para ir a pastar a la isla. Mi asombro sigue dividido entre el hecho de que nunca antes ni después de la visión de esa cornúpeta progresando por el agua había visto nadar a una cabra, y el hecho de que nunca antes ni después había visto una isla dentro de la isla con su propio jardinero providencial.

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