Entre el cielo y el agua

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  En Bermeo se recuerda una vieja leyenda sobre tres brujas que se transforman en olas para asediar a un pescador. La primera le ha de preocupar, la segunda de asustar y la tercera de ahogar. El pescador se libra del ataque arponeando a la tercera y matando así sin saberlo a la bruja que buscaba su perdición.

  En Brasil, donde cuenta el poeta que “la vida viene a olas como el mar”, se rinde culto a Janaina, diosa del mar, lanzando una barca con flores al agua y saltando sobre tres olas sucesivas mientras se comunica a la diosa el deseo y la promesa.

  En la Grecia clásica tres eran las olas que traerían la ciudad platónica, a saber: la igualdad entre el hombre y la mujer (especialmente en lo referido a la educación y costas de los infantes), la puesta en común de mujeres y niños (nadie es exclusivo ni conoce su progenie) y el justo gobierno del filósofo-rey… ¡Modernos, los antiguos!

  Olas asesinas, salvadoras, absorbentes, espumosas, llanas, sibilantes, rubicundas. Hay olas para todas las ocasiones y todos los gustos, pero ¡larga vida al poderoso encanto de las olas inesperadas! Las de una sola ocasión, esas que confirman la regla, esas que no van ni de tres en tres ni de cinco en cinco. Si alguna me ha de llevar, que sea de ese calibre: una entre un millón.

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