Faros en el alma

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  Siete faros tiene Menorca, como siete son las columnas sobre las que descansa la isla según la leyenda. ¿Qué tendrá el número siete que tanto da que hablar en todos lados? ¿Qué misterio esconden los faros en su majestad? ¿Quién no ha soñado alguna vez en ser farero, aunque sólo sea por un día?

  Los faros nunca dejan indiferente. Tienen esa connotación de guardianes, de salvadores de vidas en peligro, de imposibles supervivientes a cualquier tempestad. De noche es sobrecogedor tumbarse en Favaritx a mirar el cielo mientras los cuatro haces luminosos del faro recortan parsimoniosamente el arco celeste hasta perderse en el horizonte. Cuando bufa del norte, el de Cavallería bien vale la visita para imitar al protagonista del Alquimista de Coelho en su charla con el viento. El faro de la isla del Aire, también único en su especie por habitar una isla externa a la isla, preside en todo momento la visita a Punta Prima cuidando de sus aguas turquesas. Punta Nati, Mahón y Ciutadella -todos vigilantes- y finalmente Artrux, pequeño, casi coqueto, con esa responsabilidad de ser el espejo del faro de Capdepera para marcar la línea de la travesía hacia Mallorca.

  Faros, faros, faros ¿Por qué nos sois tan raros? Será ese nombre tan repetido en tantas lenguas distintas en silencioso y perdurable homenaje a la isla donde estuvo plantado el de Alejandría, la ciudad luz de la antigüedad. Tal vez vuestra figura evoca en nuestra alma todo el conocimiento que allí se quemó y vuestra tenue pero poderosa llama es el ascua que un día deba volver a encenderse con imparable fuerza para rescatarnos de quién sabe cuántas tinieblas por venir.

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